"Todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre."
Juan Gelman.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Ave Fénix

Hace un tiempo colaboraba en Enri Magazine, el magazine de la Tía Enriqueta Comunicación (aprovecho para que os paséis por allí, si aún no la habéis hecho). En algún momento, y sin saber por qué, dejé de escribir. Así, de repente, y sin avisar, como muchas de las cosas que hago cuando mi cerebro se desordena. Lo siento, Patri.

No me justifico, soy culpable de varias desapariciones ocurridas sin orden ni concierto.

Nunca reconozco los síntomas que me avisan de un pronto cortocircuito, será que a pesar de todo la positividad me puede. Así soy yo. No sé si tendrá con ver con mi geminiano horóscopo o con cierta debilidad de carácter, pero fluctúo entre diferentes estados de ánimo en lapsos relativamente cortos de tiempo. ¿Ciclotimia? No. Repito, eso es ser yo. Así soy yo. Desordenada, desconcertante, desubicada. Sí, también desubicada, si es que eso es una manera de ser. Pero también positiva, sí, ahora lo sé.

Estos días camino entre florecillas, respiro aire puro, salgo a compar al mercadillo, visito a mis amigos, juego con sus hijos, y devoro libros con auténtico ensañamiento. También cocino. Cocino mucho. Y bien, qué narices. Tengo una cocina enorme, una despensa llena, y tiempo de ese que se aprovecha. Tiempo del bueno. No sé cuánto me va a durar tan bucólico estado, pero mejor "arrimar el ascua a su sardina". Lo siento, esto lo he aprendido hoy y tenía que utilizarlo, me parece maravilloso.

El caso es que me pongo a leer las cosas que estoy escribiendo últimamente, y me sorprendo a mí misma. No sé si lo estoy haciendo mejor o peor, pero lo estoy haciendo. Escribo cosas, muchas,  que acumulo en mi ordenador nuevo, y pienso que de ahí va a salir algo positivo. Pienso que ahí está el cambio que necesito. Parezco un político, pero no. El cambio que necesito soy yo, y lo estoy intentando. Y no, no es una de esas cosas que una repite en voz alta para ver si así se las cree. Lo digo de verdad.

Lo estoy intentando.

Hoy me he puesto a leer las pocas cosas que escribí para Enri, y voy a compartiros una. Alguno quizá ya la haya leído, mira tú. Es un texto al que llamé Combustión Espontánea. Porque a veces uno se siente arder por dentro, hasta consumirse. Hoy, al volver a leerlo, me he sentido bien. De algún modo me he sentido bien.

Porque lo estoy intentando. Lo estoy haciendo bien. Y las cosas, muchas cosas de esas que me provocan cortocircuitos y me alejan de otras muchas cosas buenas, están dejando de doler. Y eso me gusta. Me gusta tanto que podría arder, pero de puro contento.

En fin, que os comparto mis combustiones, aunque solo sea por demostrarme a mí misma que de lo malo también podemos sacar cosas buenas.

(Creo que estoy aprendiendo a respirar.)



Combustión Espontánea

Me hubiera gustado decirte que te quedaras. En lugar de eso esperé a que la lavadora acabara de centrifugar, y tendí  tus calzoncillos rojos y negros dentro de casa.
Te miraba liar cigarrillos con furia rabiosa, enfadado con ese teléfono que no paraba de sonar. Le gritaste a alguien al otro lado de la línea, y tus calzoncillos gotearon sobre el suelo sucio de ceniza. Recogí el agua con la lengua y me arrastré hasta tus rodillas. Escalé tus muslos clavándote mis uñas sucias, y metí  tu polla en mi boca húmeda y triste. Sabías a detergente y ausencia.
Mi saliva  empapaba tu vello y yo me ahogaba despacio, despacio, guardándote en mi estómago para alimentarme cuando estuvieras lejos.
Agarraste mi cabeza con las manos y me besaste como quien no tiene un mañana, arrancándome el pelo, limpiándome la cara como una perra limpia a su cachorro. Me apretaste fuerte contra el pecho y escuché el adiós detrás de tus costillas. Tu barba dejó surcos a la deriva en mi cabeza.
Afuera llovía y yo pensé que cada vez que en Madrid llueve, yo también me lluevo un poco. No me atreví a llorar por miedo a que te apartaras, y ahogué el grito mordiéndote los pezones. “Fóllame fuerte” –te pedí. Y dejé que me rompieras las bragas y la carne y el coño y los últimos resquicios de vergüenza que aún conservaba.
El teléfono sonó de nuevo y me escapé a la ducha para borrar cualquier intención de suicidio de mis estúpidas lágrimas, que esperaban al borde de mis ojos  desesperadas por lanzarse al vacío.  Mi fracaso se estrelló contra el fondo de la bañera, mientras me quemaba la piel para tener  sobre mi cuerpo algo que doliera más que tú y la inminente desaparición de tus manos.
Escuché cómo estrellabas el teléfono contra la pared del salón, y viniste a mi lado para cubrirme de agua fría, calmándome las quemaduras, besando ese lunar que tanto odio y que tú no dejabas de tocar, diciendo: “aquí está mi paraíso”.
Me corrí  pensando en el sofá de tu casa, y tú te quedaste agarrado a mis caderas, besando, besando, despacio, como si también quisieras llevarte mi paraíso contigo.
¿Qué me quedará entonces?, me pregunté.
Me sacaste de la ducha y bailamos una cumbia agarrados, pecho con espalda, balanceando las caderas y los recuerdos, llenando el suelo de agua de mar, salada y revuelta como nosotros y nuestras circunstancias.
Quédate, quédate, quédate, repetía mi cabeza una y otra vez, pero mi boca solo se abrió para decirte que llegábamos tarde al teatro. Y que tu maleta seguía sin hacer. Y que no sabía qué ponerme. Y que yo tenía mucho retraso con mis escritos. Y que no sabía dónde había puesto tus llaves. Y que me dolía el pecho. Y que quería quedarme tu camiseta roja. Y que llegábamos tarde al teatro. Y…
Me callaste con un beso profundo de tabaco y cerveza, y dijiste: “Te echaré de menos”. Leí entonces en tus ojos que no te quedarías, ni por mí ni por nadie, y respondí: “Hoy no tengo ganas de comedia”.
Volví a la ducha a quemarme por completo, llevándote de la mano, y fuimos dos amantes reducidos por combustión espontánea a la implacable certeza de la imposible distancia. ¡Como si no hubiera aviones!, dijimos al unísono antes de reducirnos a polvo.
Sobre la mesa quedaron las entradas para un teatro cualquiera de Gran Vía y dos cigarrillos a medio fumar.
Como si eso fuera importante…





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